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Cómo ayudar a mi hijo a controlar su impulsividad.

Lisbet Rodríguez del Risco Cómo ayudar a mi hijo a controlar su impulsividad

 

Este es el primer post de una serie de cuatro dedicados a un tema recurrente en la Psicologóa Infantil y que roba muchas horas a la tranquilidad de los padres mientras piensan: Cómo ayudar a mi hijo a controlar su impulsividad.

El origen de la impulsividad en los niños es dispar, al igual que cada niño y cada familia es diferente, los motivos que se esconden detrás de la conducta impulsiva de un niño también lo son.

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En cualquiera de los dos casos, estos términos, nos evidencian la más que posible mediación de factores orgánicos en la génesis de la impulsividad. Esta activación supone la liberación de una serie de sustancias (neurotransmisores, hormonas) que dotan al cuerpo para una reacción motriz inmediata.

La energía, está ahí y debe “liberarse” de alguna manera. La más habitual (según la edad): las rabietas, los gritos, las agresiones, la conducta desafiante, etc.

Si bien es cierto que se ha descrito el factor hereditario como uno de los relacionados con la aparición de la impulsividad en menores y que la vía genética o herencia determina cierta predisposición a manifestar los síntomas en hijos de padres también con caracteres fuertes, impulsivos o con poca tolerancia a la frustración, no debemos olvidar que la impulsividad no es tan solo algo que podemos heredar, es también una manifestación cognitiva y conductual que puede potenciarse o disminuir en función del entorno.

Es por ello que en ocasiones vemos la impulsividad, asociada o no, a otros trastornos.

 

Digamos que la impulsividad de tipo primario es aquella que estuvo presente desde el momento de nacer el niño e incluso antes (excesivos movimientos fetales) y es la que suele tener un componente genético más evidente.

En otras ocasiones la impulsividad es de tipo secundario. Que es la que aparece o se potencia en un momento dado del desarrollo y habitualmente está asociada a factores de inestabilidad afectiva, cambios imprevistos, traumas, separaciones, etc.

Sin lugar a dudas el peor de los escenarios lo encontramos cuando se alían dos factores: un niño genéticamente predispuesto para ser impulsivo rodeado de un entorno poco acogedor o desestructurado.

 

La impulsividad es un rasgo del temperamento (niños) o personalidad (adultos) que ha estado presente, en un u otro grado, a lo largo de toda la evolución del ser humano. Al igual que en otros post hemos hablado del estrés o la ansiedad como factores adaptativos de la especie humana y que no siempre deben ser vistos como negativos en el caso de la impulsividad se repite esta máxima.

Sin embargo cuando cualquiera de estos rasgos interfieren en los ámbitos familiares, escolares y/o de convivencia pasan a ser un problema para la familia y el niño en cuestión. Hoy en día es más habitual que la impulsividad se manifieste en muchos niños con una gran intensidad y frecuencia, llegando a alterar la convivencia y condicionar la vida de toda la familia, todo ello, unido al ritmo vertiginoso de vida que llevamos, hace que padres y educadores busquen ayuda en los profesionales.

Algunas pistas para detectar el niño impulsivo:

 

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  • Primero hace, luego piensa.
  • Contesta antes de acabar de oír la pregunta.
  • Dificultades para aguardar el turno en los juegos.
  • Mal perder. No soporta que le ganen.
  • Interrumpir o estorbar a los demás.
  • Baja tolerancia a la frustración.
  • Poco autocontrol.
  • Desobediencia, negativismo.
  • El niño reconoce su problema pero no puede controlarlo y reincide.
  • Puede involucrarse en actividades físicas peligrosas sin valorar sus consecuencias.
  • En niños pequeños se dan fuertes rabietas incontroladas.

¿Cómo ayudar a mi hijo a controlar su impulsividad?

 

1. Hay algo que me gustaría dejar claro desde un principio, es el hecho de que los niños impulsivos tienen dificultades para regular su estado de activación y su comportamiento. Como bien he dicho antes esto es un hecho, es real y debemos aceptarlo.  A pesar de que resulta difícil para los padres y educadores encontrar "el equilibrio entre juzgarle y permitirle", es vital que entendamos que ese no es el camino.

En ningún caso es que "el niño no quiera autocontrolarse sino que tienen dificultades reales para hacerlo”. Una vez que se activan (descargas hormonales conjuntamente con emociones intensas de frustración) el niño siente la necesidad de efectuar alguna acción (rabietas, huída, agresión, lanzamiento objetos, etc.).

Con esto no quiero decir que seamos tolerantes, pero si que comprendamos lo que le sucede, para así poder ayudarle de forma eficaz.

Si estás leyendo este artículo y has visto retratado a tu hijo/a  hasta aquí, entonces coincidirás conmigo en este punto:

    • La mayoría de niños impulsivos suelen luego arrepentirse y se comprometen a no volver a hacerlo cuando se razonamos con él/ella sobre su comportamiento. No obstante, vuelven a recaer en los mismas conductas disruptivas al tiempo que manifiestan una cierta perplejidad o inquietud al verse superados por sus propios actos y no saber por qué vuelve a ocurrir ni cómo evitarlo.

En este sentido es importante que entiendas que si bien es cierto que para los padres es agotador mantener unas normas, pautas y horarios claros y constantes, para los niños impulsivos es la mejor manera de ayudarles, ya que de lo contarrio puede suceder, que estos episodios se refuercen si con ello el niño consigue lo que quiere, y por tanto, puede aprender a manipularnos a través de ellos.

Otra cuestión importante a tener en cuenta:

    • El niño no es un manipulador, no existen niños manipuladores. Los seres humanos niños o adultos aprendemos a manipular cuando a cambio obtenemos la recompensa que esperamos, si el niño consigue su objetivo, aprende, que tiene que hacer para ello y por eso repite la conducta que le ha dado el resultado que esperaba.

2. Cuando se produzca un episodio de impulsividad extrema (rabieta, insultos, gritos, agresiones, etc.) los padres, maestros o adultos a cargo de la educación del niño deben manter la calma. No chille, ni intente razonar nada en esos momentos. Muéstrese sereno y tranquilo, a la vez que contundente y decidido.

Por ejemplo: Ante una rabieta podemos decirle: “ X (adulto ya sea mamá, papá, abuelos) están ahora tristes con tu comportamiento y no queremos estar contigo mientras estés así”. De esta forma el adulto se retira y propicia una cierta distancia física y afectiva. El mensaje que transmitimos al niño con nuestra actitud es muy claro: Así no vas a conseguir las cosas.

IMPULSIVIDAD

3. No es suficiente con actuar de forma adecuada ante sus conductas impulsivas. Los niños impulsivos necesitan que les expliquemos qué es lo que les pasa y qué pueden hacer. Estos razonamientos o reflexiones sobre los hechos o sus comportamientos en ningún caso deben realizarse en el momento de la conducta impulsiva, sino cuando las cosas se han tranquilizado.

Debemos encontrar un buen momento, en el que estemos tranquilos y en una actitud relajada y de cierta complicidad.

En las familias donde la costumbre es acompañar a los niños a la cama en el momento de acostarse y compartir con ellos un cuento o un ratico de conversación antes de ir a dormir, ese sería un momento ideal.

4. A pesar de entender y aceptar al niño tal y como es, debemos enseñarle que sus actos tienen consecuencias. En ocasiones los niños aprenden lo contrario, a escudarse en su incapacidad para controlarse por lo que también hay que explicarles que si bien es cierto que les resulta difícil no es imposible para él conseguirlo.

Para conseguir que entiendan las consecuencias de sus actos podemos:

Luego de una conducta disruptiva, rabietas, conductas desafiantes, agresiones u otros, el niño debe ver que hay unas consecuencias inmediatas (retirada de reforzadores- estímulos o premios, tiempo fuera, retirada de atención, castigo, etc.).

Por ejemplo si ha pegado o insultado a alguien deberá pedir disculpas. Primero esperaremos a que se calme y luego le exigiremos que cumpla con lo que le decimos, en este caso pedir disculpas.

Un error que en ocasiones se comete es que ante una conducta determinada, los padres aplican un arsenal de correctores a la vez, digamos que en el caso anterior como respuesta al insulto, lo primero es esperar a que se tranquilice, no intentar razonar en ese momento y luego la consecuencia es pedir disculpas. No se debe pedir al niño/a  que pida disculpas, castigarle sin tele, sin cromos, sin, sin, sin.....

Es claro, conducta - consecuencia, nunca el ya conocido "Estás castigado sin todo"... Insisto en la necesidad de mostrarnos tranquilos delante del niño cuando corrijamos sus actos. Si él percibe en el adulto inseguridad, discrepancias entre los padres, vergüenza ante una situación, percibirá que tiene mayor control sobre nosotros y la conducta inadecuada se incrementará.
De allí la importancia de que su hijo/a no le vea descontrolado, chillando o llorando a raíz de una de sus conductas.

5. Exprésele a su hijo/a que la conducta es inadecuada y que se ha comportado mal, haciendo referencia al conducta concreta y que eso puede arreglarlo en un futuro si se empeña en ello, no calificando al niño.

Nunca le diga que es malo, ni que no sabe que hacer con él, se coherente.

Imaginese que usted es un niño pequeño y el adulto que le cuida y le quiere, su padre/madre,  le dice que no sabe que hacer con usted: ¿Qué pensaría?:

- Sospecho que como poco el niño, (en este caso usted de pequeño), se quedará perplejo "se supone que es el adulto quién debería saber"

Sea coherente no le pida a gritos a un niño impulsivo que deje de serlo, que se esté quieto o que se porte bien.

No compare a su hijo/a con otros niños/as  haciéndole ver que el otro/a es más tranquilo/a  y se porta bien.  Su hijo/a  ya  sabe  eso, necesita que le ayuden a superarlo no que se lo recuerden a cada instante. Por el contrario recuérdele sus puntos fuertes y hable con  él/ella  sobre lo que debe mejorar, pero sin compararle.

Hasta completar este ciclo dedicado a la impulsividad, cada semana dejaré un artículo con estrategias para corregir la impulsividad. Espero que éstas le hayan servido de ayuda.

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